El día menos pensado todo resulta ser agradable. Te detienes, observas, saboreas cada instante con la certeza de que nunca volverá a repetirse y aún así, consciente de que todo aquello que desfila frente a ti jamás volverá a ocupar el mismo lugar, te sientes ajeno a la necesidad de revivir historias duplicadas, de conservar a tu lado lo nunca te hizo bien, eso que jamás tuvo sentido por persistente que fuera su búsqueda, que simplemente fue pasajero, sembrando dudas y astillas disfrazadas de ilusiones. Pero ese día, el menos pensado, descubres que tu carga se ha aliviado, que no la necesitas. Ya no dejas lugar para el miedo, el desconcierto, las noches en vela ni los días ausentes de sueños. Atrás queda tu pequeño desastre natural. Aquel que un día decidiste afrontar con valentía, el que te elevó al séptimo de los cielos, el que sabías que te podría arrastrar a las vertientes más oscuras y aún así, no te quisiste perder por nada del mundo. Aquel que te hizo reír pero tambi...
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