EL DÍA MENOS PENSADO
El día menos pensado todo resulta ser agradable.
Te detienes, observas, saboreas cada instante con la certeza de que nunca volverá a repetirse
y aún así, consciente de que todo aquello que desfila frente a ti jamás volverá a ocupar
el mismo lugar, te sientes ajeno a la necesidad de revivir historias duplicadas,
de conservar a tu lado lo nunca te hizo bien,
eso que jamás tuvo sentido por persistente que fuera su búsqueda,
que simplemente fue pasajero, sembrando dudas y astillas disfrazadas de ilusiones.
Pero ese día, el menos pensado, descubres que tu carga se ha aliviado, que no la necesitas.
Ya no dejas lugar para el miedo, el desconcierto, las noches en vela ni los días ausentes de sueños.
Atrás queda tu pequeño desastre natural.
Aquel que un día decidiste afrontar con valentía, el que te elevó al séptimo de los cielos, el que sabías que te podría arrastrar a las vertientes más oscuras y aún así, no te quisiste perder por nada del mundo.
Aquel que te hizo reír pero también llorar.
El día menos pensado descubres que la vida no es buena, ni mala, sino única.
Que no debes concederle espacio a los lamentos ni intentar subsanar los errores que nunca cometiste.
Que no vale la pena sufrir, que quien se aleja no te merece.
Ese día ya no necesitas alimentarte de recuerdos, revivir una y otra vez lo que nunca sucedió ni tan siquiera idealizar lo ocurrido.
Descubres que los abrazos estaban rotos y por eso nunca fueron sinceros ni merecidos,
que los te quiero nunca se deben administrar, al contrario, hay que gritarlos al viento.
Atrás quedan las ganas de encontrarse, de reparar las heridas con vendajes invisibles, de olvidar el daño provocado por tantas y tantas incongruencias;
porque el día menos pensado ese daño ya no existe.
Vuelves a cuidar de lo descuidado, a proteger aquello que expusiste, a valorar lo que creías olvidado, a recuperar lo que perdiste.
Vuelves a sentirte vivo,
a creer en ti, a saberte único, a sentir pena por quién no quiso verlo.
Descubres el sabor de otros labios, el tacto de otras manos, el calor de nuevos abrazos.
Atrás quedan los engaños y descubres que esta vida es de valientes, que el daño solo es daño y que debe de ocupar tan solo el lugar que se merece.
Que el rencor no vale la pena, que odiar es algo muy triste, que por amar a otros nunca
hay que dejar de quererse.
El día menos pensado las nubes dejan de ser grises.
Ese día, el menos pensado,
descubres que algunas historias no siempre se repiten.
Te detienes, observas, saboreas cada instante con la certeza de que nunca volverá a repetirse
y aún así, consciente de que todo aquello que desfila frente a ti jamás volverá a ocupar
el mismo lugar, te sientes ajeno a la necesidad de revivir historias duplicadas,
de conservar a tu lado lo nunca te hizo bien,
eso que jamás tuvo sentido por persistente que fuera su búsqueda,
que simplemente fue pasajero, sembrando dudas y astillas disfrazadas de ilusiones.
Pero ese día, el menos pensado, descubres que tu carga se ha aliviado, que no la necesitas.
Ya no dejas lugar para el miedo, el desconcierto, las noches en vela ni los días ausentes de sueños.
Atrás queda tu pequeño desastre natural.
Aquel que un día decidiste afrontar con valentía, el que te elevó al séptimo de los cielos, el que sabías que te podría arrastrar a las vertientes más oscuras y aún así, no te quisiste perder por nada del mundo.
Aquel que te hizo reír pero también llorar.
El día menos pensado descubres que la vida no es buena, ni mala, sino única.
Que no debes concederle espacio a los lamentos ni intentar subsanar los errores que nunca cometiste.
Que no vale la pena sufrir, que quien se aleja no te merece.
Ese día ya no necesitas alimentarte de recuerdos, revivir una y otra vez lo que nunca sucedió ni tan siquiera idealizar lo ocurrido.
Descubres que los abrazos estaban rotos y por eso nunca fueron sinceros ni merecidos,
que los te quiero nunca se deben administrar, al contrario, hay que gritarlos al viento.
Atrás quedan las ganas de encontrarse, de reparar las heridas con vendajes invisibles, de olvidar el daño provocado por tantas y tantas incongruencias;
porque el día menos pensado ese daño ya no existe.
Vuelves a cuidar de lo descuidado, a proteger aquello que expusiste, a valorar lo que creías olvidado, a recuperar lo que perdiste.
Vuelves a sentirte vivo,
a creer en ti, a saberte único, a sentir pena por quién no quiso verlo.
Descubres el sabor de otros labios, el tacto de otras manos, el calor de nuevos abrazos.
Atrás quedan los engaños y descubres que esta vida es de valientes, que el daño solo es daño y que debe de ocupar tan solo el lugar que se merece.
Que el rencor no vale la pena, que odiar es algo muy triste, que por amar a otros nunca
hay que dejar de quererse.
El día menos pensado las nubes dejan de ser grises.
Ese día, el menos pensado,
descubres que algunas historias no siempre se repiten.
Así es...
ResponderEliminar😊
Eliminar