CUANDO DESTIÑEN LOS CORAZONES
Cuando destiñen los corazones las horas pesan,
pero el tiempo ya nunca volvió a detenerse para ti, para mí, para nosotros; al menos por un espacio prolongado y de similar manera.
Necesitábamos de esas heridas para hacernos fuertes y ¿quién sino para provocarlas que nosotros mismos?
Nadie podría hacerlo mejor, nadie sería tan generoso.
Cerré los ojos para tropezar contigo y tuve que acostumbrarme a mantenerlos en este estado para no dejar escapar lágrimas, para inventar un mundo en el que no existieras,
en el que jamás te hubiera conocido, para que nada de lo que dejo afuera de él resulte verdadero.
No precisábamos de reformas, sino de mudanzas y así lo hicimos,
tan lejos el uno del otro que intentamos olvidarnos, manteniendo los recuerdos en esa línea que delimita lo prudente.
tan lejos el uno del otro que intentamos olvidarnos, manteniendo los recuerdos en esa línea que delimita lo prudente.
Y ahí de nuevo, en el kilómetro cero de nuestros sentimientos,
como si nada de esto hubiese sucedido, debatiendo con nosotros mismos si instalarnos para siempre en este lugar o comenzar a andar de nuevo.
Batallando con el miedo.
Como en esas carreras de fondo en las que intentas alcanzar la meta con entereza,
de manera progresiva, poquito a poco, aunque eres muy consciente de que te pueden desgastar.
como si nada de esto hubiese sucedido, debatiendo con nosotros mismos si instalarnos para siempre en este lugar o comenzar a andar de nuevo.
Batallando con el miedo.
Como en esas carreras de fondo en las que intentas alcanzar la meta con entereza,
de manera progresiva, poquito a poco, aunque eres muy consciente de que te pueden desgastar.
Aprendimos el significado de las cosas importantes una vez que nos perdimos.
Cuando comenzamos a echar de menos el roce de aquellos cuerpos que nos quisieron y nos refugiamos en historias similares, de esas en las que se promete mucho hasta alcanzar un objetivo
y luego se desvanecen, desaparecen, no tienen sentido.
Aferrados a lo incierto,
debilitados por lo ajeno y esperanzados en hallar quien nos cubra de color,
porque así creemos merecerlo.
Desplazarnos por fin hasta el lugar que nos corresponde sin absurdas despedidas y
aunque siempre seremos nuestro error predilecto, reconocerlo duele demasiado.
Esta distancia que hemos instaurado entre los dos quizás sea lo más bonito que hemos sabido construir, lo más leal.
Ya no es necesario combatir contra lo imposible, porque quizás nunca aprendimos a querernos demasiado; porque dejamos oscurecer lo nuestro sin atisbo de esperanza y ahora ya a nadie importa,
ni siquiera a nosotros mismos.
Fuimos presa de aquellos sueños mal interpretados, donde creímos que las segundas oportunidades eran el punto de salida para renacer.
Donde la realidad siempre nos mostró algo muy diferente.
Cuando comenzamos a echar de menos el roce de aquellos cuerpos que nos quisieron y nos refugiamos en historias similares, de esas en las que se promete mucho hasta alcanzar un objetivo
y luego se desvanecen, desaparecen, no tienen sentido.
Aferrados a lo incierto,
debilitados por lo ajeno y esperanzados en hallar quien nos cubra de color,
porque así creemos merecerlo.
Desplazarnos por fin hasta el lugar que nos corresponde sin absurdas despedidas y
aunque siempre seremos nuestro error predilecto, reconocerlo duele demasiado.
Esta distancia que hemos instaurado entre los dos quizás sea lo más bonito que hemos sabido construir, lo más leal.
Ya no es necesario combatir contra lo imposible, porque quizás nunca aprendimos a querernos demasiado; porque dejamos oscurecer lo nuestro sin atisbo de esperanza y ahora ya a nadie importa,
ni siquiera a nosotros mismos.
Fuimos presa de aquellos sueños mal interpretados, donde creímos que las segundas oportunidades eran el punto de salida para renacer.
Donde la realidad siempre nos mostró algo muy diferente.
Tras caer abatidos en todos los combates a los que nos citaron, comprendemos que pudo ser peor, que al menos de ellos salimos reforzados sin necesidad de crearnos enemigos.
Ya lucimos demasiadas marcas tras habernos conocido tú y yo y lo que menos apetece son personas obcecadas en reproducir el mismo patrón.
Por ello, volveré a actuar de la misma manera en repetidas ocasiones, con la esperanza de obtener distintos resultados, porque así fue definida la demencia, “la locura de quererte”.
A ti “DOLOR”,
gracias por acompañarme durante tanto tiempo,
pero ya no te necesito.
Me has convertido en héroe, aunque lleno de cicatrices.
Leerlo ha sido como revivir mi historia... no lo hubiese expresado mejor, es poner voz a los sentimientos, me reconforta y me entristece, no se si a partes iguales :(
ResponderEliminarGracias por tu comentario y cambia :( por una sonrisa.
Eliminar