UNO,DOS,TRES
Soñar con ella siempre ha sido uno de esos actos terribles para mí.
Al despertar experimento el mismo vacío que cuando tu sueño te arroja desde un quinto piso y mueves las extremidades con la esperanza de que alguien tire de ti,
con el deseo de cerrar y abrir los ojos y que todo haya quedado atrás.
Puto mal sueño.
Eso sí, ahora tan solo me lleva tres minutos el reponerme.
Tiempo en que la secuencia fotográfica que se proyecta en mí, aflora los vestigios de lo que una vez fuimos y me deja sin aliento, una vez más después de tanto tiempo.
Tres minutos son bastante más de lo que dura un orgasmo masculino, pero claro está, a menor tiempo solo hay cabida para lo bueno y amor, odio, olvido siempre sumará tres.
El mismo número que da pie para que algo se rompa, porque somos menos cobardes cuando existe un tercero, una versión mejorada de lo que ya tenemos, una excusa para alejarnos y pasado el tiempo echarnos de menos.
1 ...
Se encogen las entrañas al contar.
Coges impulso y cierras los ojos, el miedo te invade,
tiembla tu cuerpo.
2 ...
Respiras hondo, eres tú única compañía, tu mente queda en blanco, olvidas.
3 ...
Ya no hay vuelta atrás.
Saltas,
“ ya no significa nada “,
vuelves a sonreír,
te has liberado.
Así funciona todo, o no. De ti depende.
A mí me gusta seguir soñando con lo que representa,
aunque a veces utilice su cara,
porque aunque en este caso el final fue triste,
me opongo rotundamente a no volver a experimentar jamás lo que el primer minuto contiene por miedo a quedar varado en un futuro.
Ya no me asusta saltar, desprenderme de los recuerdos dolorosos, la incertidumbre de encontrar otros brazos que me sujeten
(uno, dos, tres...)
de volver a soñar
de volver a soñar
cuando estoy despierto.
Comentarios
Publicar un comentario