INVIERNO (ASIGNATURA PENDIENTE)
He de admitir que empecé a ser cómplice del invierno, cuando comprendí que él también se había enamorado de ti. Era consciente, al igual que yo, de que sus días no necesitaban más luz que la que desprendían tus ojos. Le encantaba ver como lo observabas por la ventana en las noches de lluvia y a mí, como te girabas a sonreírme mientras él rugía. Nos exponía a temperaturas bajo cero cuando intuía que existía algún problema. Así, conseguía que la distancia no nos alejara, que resolviéramos nuestras diferencias entre susurros por la cercanía de nuestros cuerpos al intentar zafarse de la helada. Como condición, solo el requisito indispensable de escribir nuestros nombres sobre cada cristal empañado y con ello, dejarle vislumbrar lo que ocurría dentro de la habitación en la que nos encontrábamos. A ambos nos reconfortaba que no expresaras tus años en primaveras, que puestos a elegir, siempre anhelaras saltar sobre los charcos hasta quedar empapada, para luego, dejarte ...